A puertas de la temporada con mayor presencia del sol y viajeros de la Sierra en la Costa del país, la cuestión de los protectores solares se ha convertido en una preocupación de las personas. Junto con información específica sobre el factor de protección solar (SFP, por sus siglas en inglés) que se debe utilizar en ciudades como Quito (donde debería ser 30 o más), otra interrogante está relacionada con los compuestos que forman parte de la fórmula de estos productos. Las alertas en torno a los protectores solares llegaron a inicios de este año, cuando la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) emitió nuevas regulaciones en torno a sus compuestos.
La nueva normativa, que entrará en vigencia a finales del 2019, incluye 16 componentes activos (protegen directamente la piel de los rayos solares), que se pueden comercializar por su efectividad. Sin embargo, la propia organización advierte que varios de estos podrían ser absorbidos a través de la piel y no señaló cuál sería su potencial riesgo. Frente a esta situación, en el Diario de la Academia Americana de Dermatología (Journal of the American Academy of Dermatology) se publicó una investigación sobre los efectos negativos ambientales y en la salud de seis componentes activos utilizados en la elaboración de los protectores solares. La oxibenzona, la avobenzona, el octocrileno, el oxinoxato, el homosalato y el pamidato estarían directamente relacionados con problemas como la proliferación de células cancerígenas, la aparición de compuestos tóxicos por su contacto con agua clorada (piscinas), alteraciones en la fauna marina (principalmente en los corales) y cambios en la cadena alimenticia (el octocrileno, por ejemplo, modifica partes el cerebro e hígado de los peces cebra).
Una de las alternativas frente a estos productos es el uso de protectores solares minerales, los cuales actúan sobre la piel extendiendo una capa de protección. Estos compuestos, según los estudios actuales, no son absorbidos por el organismo. Entre los más recomendados están el oxido de zinc (bloquea los rayos UVA y UVB) y el óxido de titanio (se enfoca en los rayos UVB). De acuerdo con la dermatóloga Patricia Martínez, la diferencia entre los protectores solares químicos y minerales radica en la manera en que el organismo reacciona frente a ellos. En el caso de los primeros, los compuestos son absorbidos por la piel y transportados a los órganos a través del torrente sanguíneo. Es por ello que varios estudios los relacionan con desarrollo de patologías como el cáncer. Por otro lado, los protectores minerales se ponen sobre la piel y, debido al tamaño de sus componentes, estos no atraviesan la epidermis. Así mismo, sus nanopartículas reaccionan como si fueran espejos que reflejan los rayos solares.
Otro elemento que se debe considerar en torno a los protectores es su eficacia en escenarios como piscinas o playas, debido a la presencia de agua. La dermatóloga explica que su eficacia está comprobada bajo los siguientes factores: debe aplicarse media hora antes de entrar al agua, funciona por dos horas en promedio, y al salir del medio acuático hay que volverse a aplicar para que sea efectivo. A esto, la FDA añade que los protectores con fórmulas antimosquitos “no son seguros y efectivos”.
La nueva normativa, que entrará en vigencia a finales del 2019, incluye 16 componentes activos (protegen directamente la piel de los rayos solares), que se pueden comercializar por su efectividad. Sin embargo, la propia organización advierte que varios de estos podrían ser absorbidos a través de la piel y no señaló cuál sería su potencial riesgo. Frente a esta situación, en el Diario de la Academia Americana de Dermatología (Journal of the American Academy of Dermatology) se publicó una investigación sobre los efectos negativos ambientales y en la salud de seis componentes activos utilizados en la elaboración de los protectores solares. La oxibenzona, la avobenzona, el octocrileno, el oxinoxato, el homosalato y el pamidato estarían directamente relacionados con problemas como la proliferación de células cancerígenas, la aparición de compuestos tóxicos por su contacto con agua clorada (piscinas), alteraciones en la fauna marina (principalmente en los corales) y cambios en la cadena alimenticia (el octocrileno, por ejemplo, modifica partes el cerebro e hígado de los peces cebra). Una de las alternativas frente a estos productos es el uso de protectores solares minerales, los cuales actúan sobre la piel extendiendo una capa de protección. Estos compuestos, según los estudios actuales, no son absorbidos por el organismo. Entre los más recomendados están el oxido de zinc (bloquea los rayos UVA y UVB) y el óxido de titanio (se enfoca en los rayos UVB). De acuerdo con la dermatóloga Patricia Martínez, la diferencia entre los protectores solares químicos y minerales radica en la manera en que el organismo reacciona frente a ellos. En el caso de los primeros, los compuestos son absorbidos por la piel y transportados a los órganos a través del torrente sanguíneo. Es por ello que varios estudios los relacionan con desarrollo de patologías como el cáncer. Por otro lado, los protectores minerales se ponen sobre la piel y, debido al tamaño de sus componentes, estos no atraviesan la epidermis. Así mismo, sus nanopartículas reaccionan como si fueran espejos que reflejan los rayos solares. Otro elemento que se debe considerar en torno a los protectores es su eficacia en escenarios como piscinas o playas, debido a la presencia de agua. La dermatóloga explica que su eficacia está comprobada bajo los siguientes factores: debe aplicarse media hora antes de entrar al agua, funciona por dos horas en promedio, y al salir del medio acuático hay que volverse a aplicar para que sea efectivo. A esto, la FDA añade que los protectores con fórmulas antimosquitos “no son seguros y efectivos”.
Fuente: El Comercio
https://www.elcomercio.com/tendencias/protectores-solares-minerales-eficacia-epidermis.html